Saltar al contenido

Relato: Un hotel como reino de Diego Alonso R.

Comenzamos con una colaboración, el escritor Diego Alonso R. colabora con un relato de los suyos de género de terror "Un hotel como reino"

Relato Un hotel como reino de Diego Alonso R.

Hoy comenzamos con una colaboración, el escritor Diego Alonso R. colabora con un relato de los suyos de género de terror "Un hotel como reino", espero que os guste.

Biografía

Diego Alonso R. Se dedica a crear mundos e historias sin definición. De las cuales algunas han sido publicadas en revistas y webs como “El Narratorio” o en la antología “Orgullo Zombi”. Además de alimentar su blog “Nacimiento de Escritor” en el que supera ya los cien relatos publicados. Monstruos, asesinos, realidades alternas, animales parlantes... Ninguna historia es descartable para este autor y solo tenemos que leerlo para comprobarlo.

Relato: Un hotel como reino de Diego Alonso R.

Un hotel como reino de Diego Alonso R.

Algunos hoteles intentan recrear la calidez del hogar, otros intentan resaltar la aventura de dormir en otra cama, y el Caesar está para recordarte que podrías tener una vida mejor. El espejo sucio por los bordes y la toalla desgastada que lo envuelve lo confirma; su vida no es
envidiable en ningún aspecto. Pasa la cuchilla desechable de nuevo, dejando respirar la oscura piel bajo su barba, y la aclara en un agua que podríamos calificar como grisácea. Hace una nueva pasada pero un grito lo sobresalta haciendo que se corte. Blasfema en dos idiomas
mientras limpia su rostro con el agua grisácea y sale del baño buscando el origen del grito.

Se detiene en mitad de la habitación, observando las paredes a la espera de un segundo grito, pero este no llega. Eso lo inquieta todavía más. Puede sonar exagerado, hay muchas causas para que una persona grite, y muchas de ellas no son negativas; pero solo dirías esto si no escuchaste ese grito. Se viste mientras sigue dándole vueltas a todas las posibilidades que podrían tranquilizarlo, y antes siquiera de abotonarse la camisa, un fuerte golpe en el pasillo activa de nuevo todas sus alarmas. Sale disparado y choca con otro hombre casi tirándolo al suelo. Es el dueño del hotel; un cincuentón con tan solo vello en la cabeza y una sonrisa
siempre puesta. Pero que ahora muestra un rostro de sorpresa casi igual al que sostenía antes el inquilino.


– Lo siento, ¿estás bien?-Dice mientras le ayuda a levantarse.


– No pasa nada, yo tampoco me aparté de en medio. ¿Puede ayudarte en algo?-Mira con disimulo la camisa abierta del hombre, dejando claro el peso de la pregunta.


– Es que he escuchado un grito y gran golpe, pensé que...


– Ah ya entiendo-dice el hotelero asintiendo despacio-, no te preocupes, fue la señora Álvarez del 10B. Más bien su nieta, vienen todos los meses por unos temas médicos. Pero la mujer ya está mayor y le falla la mente, al parecer le dio un buen susto y tiró un armario; pero todo está bien. Siento que te hayan molestado.


– No es nada, solo fue un susto. ¿Puedo ayudar en algo?
– No, por favor. Es mi trabajo y me gusta hacerlo.-Sonríe con la satisfacción de un hombre sin aspiraciones. Una que no le inspira otra cosa que aceptación.


– Está bien, pues que tengas un buen día.
– Igualmente.
El inquilino entra de nuevo en el apartamento dejando al hotelero en el pasillo. Este se coloca la camisa de nuevo por dentro y se dirige al 10B. Saca del bolsillo una especie de cartera de cuero que al abrirla está repleta de llaves, pasa los dedos nervioso hasta encontrar la correcta y abre la puerta.

La cierra con llave a su espalda y cruza el apartamento vacío hasta
la cocina. Se acerca a la nevera y en voz alta cuenta los azulejos a su derecha, al llegar al cuarto desde la manilla de la nevera se detiene, aprieta a la vez la esquina superior izquierda y la opuesta del mismo azulejo hasta que suena un click. Empuja con el hombro y la pared se abre
mostrando unas oscuras escaleras, prende un interruptor y cierra la compuerta para adentrarse en los pasillos que el mismo ha construido. Desde esos oscuros senderos puede llegar a cualquier parte del hotel, pero no fue tarea fácil, tardó varios años en remodelar el
viejo edificio familiar. Y aunque hay varias razones para esto, la principal es que nadie debía conocer la existencia de esos pasadizos salvo él. Y así se hizo, convirtiéndose en la única sombra capaz de llegar a cualquier lugar de su pequeño reino. Continua girando en los pasadizos, prendiendo y apagando luces, abriendo más secretos, y descendiendo hasta la
puerta más importante de todas; aquella que abre lo que él llama “La Cueva”. La abre preocupado y decidido al mismo tiempo; en ningún lugar se siente tan seguro como en su reino de sombras. La estancia es la más amplia que ha cruzado en su descenso, varias paredes
se alzan creando diferentes espacios, pero sin ninguna puerta que las separe como habitaciones propias. Llega hasta el final de esta donde la imitación de una pequeña estancia permanece vacía; con el espejo roto, una mancha de sangre en la cama, y las cuerdas que la
mantenían retenida cortadas.


– ¡Maldita sea… Te estabas portando bien!
Golpe la cama deseando golpear algo vivo y sale corriendo de la cueva.
Para el ser que construyó estos pasadizos es fácil guiarse por ellos, ya que casi son una extensión de sí mismo, pero para una persona común son un infierno. Cuando la mujer se liberó hace unos pocos minutos pensó que había hecho la parte más complicada de todas, salir de la cueva; pero ahora sabe que lo difícil es volver a la parte pública del hotel. Es difícil
orientarse sin ningún punto de referencia, hay pasillos idénticos al ojo no conocido, pequeños atajos por los que apenas pasar ladeada, habitaciones abiertas y otras cerradas bajo llave; pero lo que no hay son salidas, ni una sola salida a la vista de ese laberinto. En su
desesperación terminó por gritar pidiendo ayuda, pero pronto se acalló a si misma. Podía ser que algún inquilino la ollera, pero también que lo hiciera él. Así que presa del miedo al imaginarlo acercándose emprendió la marcha, pero se detuvo a los pocos metros, justo ante
una sencilla trampilla. Primero intentó abrirla con lógica y astucia, las cuales fueron sustituidas por la rabia y las prisas; saltó sobre ella hasta lograr romperla con un fuerte estruendo y cayendo por el espacio bajo esta.
Así llego a la actualidad y al primer piso.
Dolorida y coja siguió avanzando a tientas por el estrecho pasadizo, palpando los límites de las paredes para poder guiarse en la oscuridad. Demasiado desorientada para encontrar la luz en esta nueva sección, y demasiado aterrada para pensar en cualquier otra opción que no sea
seguir recto. Hasta que llega al final del pasillo, un final sin salida alguna. Los temblores de sus manos aumentan mientras busca palpando por toda la pared algo que desconoce; porque algo tiene que haber, no puede haber construido un pasadizo hasta la nada. Tras un tiempo
indefinido logra encontrar algo diferente, en el lateral izquierdo hay un espacio cuyo tacto es diferente, ahora queda saber cual es el secreto del sistema. Pero sus manos y hasta su
respiración se detiene al escucharlo, todavía está lejos, pero hay alguien más en el mismo pasadizo. La desesperación la golpea de nuevo y ella lo hace con la pared, patea una y otra vez la única diferencia que pudo encontrar en la pared. En los pequeños descansos que se ve
obligada a tomar por el dolor en sus desnudos pies escucha los pasos, firmes y continuos, por lo que ignorando el dolor de estos sigue golpeando hasta que un click suena y la puerta secreta se abre.
Sale tambaleándose a un pasillo, y tras la ceguera inicial por la luz, logra reconocer el lugar.
Está en la primera planta. Avanza entre tropezones y caídas hasta llegar a la recepción. En esta se detiene unos segundos, en parte por necesidad, y otra para buscar rápida un móvil o teléfono de alguna clase. Al recuperar parte del aliento se da cuenta que llamar por ayuda no es la prioridad, es salir lo antes posible, y retoma la marcha. O la retomaría; si no fuera porque una mano agarra por detrás su melena y hunde un cuchillo hasta lo más profundo de su garganta. Intenta gritar descubriendo que eso le produce más dolor y solo emite un leve y ahogado chirrido. Es arrastrada hasta detrás del mostrador, donde el monstruo de la cueva se agacha hasta ella. Con su amable sonrisa intacta, inca la rodilla en el cuello, y arranca el cuchillo manchando de sangre el mueble bajo el mostrador.
– No debiste salir de La Cueva.
Lo dice mientras la obliga a mirar cómo limpia el cuchillo con la lengua.
– Hola, ¿hay alguien?
La voz suena al otro lado del mostrador y los ojos de ambos relucen por diferentes razones.
El hotelero se pone en pie asestando una poderosa patada en la cabeza de la mujer y dejándola todavía más débil de lo que ya estaba.
– Lo siento, estaba arreglando un cajón, nunca se cierra bien. ¿En qué puedo ayudarlo?-
Atiende al joven con la sonrisa más difícil que ha mantenido en varios años, y con el cuidado suficiente para que no vea como esconde el cuchillo en uno de los cajones.
– Pues hice una reserva hace un par de días.
– Por supuesto, ¿podría decirme a que nombre?

- Eduardo Este.

Déjeme un momento que lo busco…-Finge buscar en el ordenador más tiempo de lo debido para tranquilizarse y recuperar la máscara al completo. En el proceso revisa con disimulo al joven ante él; no debe superar los veinte seis años, es alto y la gruesa chaqueta no le permite bien comprobar su complexión, lo que sí es obvio es que lleva una melena negra y una barba de pocos días.
– ¿Sucede algo?
– No, está bien, aquí está la reserva. Si pudiera dejarme su DNI para completar algunos datos de rutina…
– Claro.-Al estirar el brazo para darle el documento la manga del abrigo se levanta mostrando las cicatrices de varios cortes. El hotelero se detiene sin poder apartar la mirada,
notando como sus pulsaciones se aceleran hasta que Eduardo baja la manga apurado.
Entonces el hombre intenta encontrarse con los ojos del joven, necesita hacerlo, pero este aparta la mirada avergonzado y el hotelero vuelve en sí.
– Bien, esto será solo un momento-se dice a si mismo más que al joven-,su habitación está en esta misma planta, al fondo por ese pasillo y a la izquierda; la 4A. Si necesita cualquier cosa estaré a su disposición, puede llamarme Jorge.-Termina su frase devolviéndole el DNI
junto a la llave de la habitación. Momento en que la joven intenta gritar consiguiendo tan solo un sonoro gorgoteo.
– ¿Que ha sido eso? Parecía venir de ahí abajo.-Eduardo se inclina hacia delante.
– No se preocupe-interviene Jorge frenando su avance-,son tan solo las tuberías. En un edificio con tanta historia como este a veces hacen algunos ruidos. Y como le dije, si necesita algo no dude en avisarme, Eduardo…
– Sí, claro. Gracias.
La joven apenas logra escuchar las pisadas de su posible salvador mientras la conciencia la abandona para siempre.
La habitación de Eduardo no es la gran cosa, aunque más bien es una versión en miniatura de un apartamento, ya que el hotel Caesar es un ejemplar perdido entre hotel y apartahotel.
Dejando la puerta a su espalda; si gira a la derecha está la habitación (donde deja la gran mochila que lleva como equipaje), a mano izquierda está la pequeña y no muy limpia cocina, y justo al lado de esta el baño. Apenas entrar en la habitación saca de la mochila otra más
pequeña que deja en el mueble de la cocina, tras los productos de limpieza que nadie toca, y se tira sobre la cama a descansar. Otra gente habría dudado sobre tumbarse en esa cama, pero no
es el peor lugar en el que Eduardo ha dormido, y eso ya dice mucho de él. Sueña de nuevo con lo mismo, siempre lo hace cuando está apunto de hacer algo así, siempre sueña con como lo obligaron la primera vez. Se despierta sudado y todavía vestido. Se ha hecho más tarde de lo
que debería, así que sale rápido para comprar algo para la cena.
Al regresar se encuentra con el siempre sonriente Jorge, el cual le pregunta por su habitación y si está contento con ella, le responde con pocas palabras y ninguna respuesta muy clara para seguir con su camino. Entra en la habitación y se dirige directo a la primera mochila, de ella pasa algo a la bolsa, y la deja oculta de nuevo. Se sienta en la cama, y tras
guardar algo bajo la almohada, se quita el abrigo y rebusca en la gran mochila junto a su cama.
Tarda más de lo común en encontrar lo que busca, pero al final saca una pequeña libreta, coge la bolsa sobre la cama y se sienta en la mesa de la pequeña cocina. En ella escribe en el simple
diario mientras come de varias bolsas de comida basura. Al terminar limpia las lágrimas que ha derramado en el proceso y busca un número en la agenda de su móvil. Está apunto de
llamar cuando escucha algo a su izquierda, un pequeño golpe tras la pared. Se levanta y acerca tanto a ella, que no de estar las tablas de por medio podría oler el aliento de Jorge mientras lo
espía, pero no puede hacerlo y regresa a la mesa.
Pulsa la tecla de llamar y espera…
– Otra vez el contestador… Solo quería decirte que, sobre lo que me dijiste la última vez…,
bueno, que ya no os molestaré más papá. Espero que os vaya bien. Adiós.
Deja el móvil sobre la mesa intentando controlar el temblor de su mano y se marcha a la cama para acabar ya con este día.
La noche se hace más pesada, o más bien el aire en la habitación. Es como siempre comienza; primero les hace dormir, luego los lleva a su reino, y al final el placer de la sangre. El gas entra por cuatro puntos distintos rodeando la cama, llenando el espacio de un sueño profundo, y entonces entra por la puerta secreta situada a los pies de la cama. Va con la gran máscara de gas que tanto le gusta llevar desde el primer día, le hace sentir que es un hombre de otra época, una en la que imagina ser el rey que merece. Avanza hasta el lado de la cama y observa al joven que duerme profundo bajo las mantas. Hace tiempo que no tiene una víctima
tan perfecta y hasta saliva con solo pensarlo. Se agacha para observar de cerca su rostro, aparta la manta que le impide verlo, y encuentra al joven mirándolo. Lleva puesta una sencilla y pequeña máscara de gas. Pero antes de que logre reaccionar ante la sorpresa, el joven agarra
lo agarra por la máscara y tira de ella, Jorge logra evitar que se la quite del todo agarrando su rostro con las dos manos. Pero deja un pequeño espacio por la zona de los ojos, donde Eduardo usando su otra mano coloca y dispara un pequeño bote de espray de pimienta. Jorge retrocede gritando por el dolor hasta chocar con la pared, luego siente un pinchazo en el pecho, y todo se vuelve negro para él.

Despierta despacio. Lo primero que nota es un intenso dolor de cabeza, lo segundo que está desnudo, y lo tercero que está atado. Por primera vez, se encuentra en la cueva que tanto placer le ha proporcionado, sin querer estar allí. Tarda algo más de un minuto en despejarsepor completo y comprender la situación. Está en su pequeño reino, atado a la silla que tantas veces ha usado, con un sonriente joven sentado ante él.


– Por la cara que acabas de poner parece que al fin estás despierto del todo.


– ¿Qué está pasando aquí?-Es lo único que Jorge logra decir, pero es ignorado. Ve como Eduardo se hace un moño con parsimonia y luego se pone un par de guantes de goma azules.


Se pone nervioso e intenta tirar para soltarse generando una alegre risa en Eduardo.


– Tira cuanto quieras, estás atado a la silla por bridas, no podrás soltarte jamás. No usar nunca cuerdas es una de las cosas que primero aprendes, aunque por la chica de esta tarde entiendo que no llegaste a aprenderlo.-La máscara del hotelero se rompe de una forma que nunca antes lo había hecho, dejando al descubierto un rostro desencajado.-Oh, ¿de verdad
pensaste que me habías engañado? Por favor, tuberías viejas, vaya excusa más triste.
– ¿Quién eres?-La boca de Jorge se mueve por iniciativa propia, ya que su mente no es capaz de dar orden alguna ahora mismo.


– Soy Eduardo Este, ya lo sabes. Y soy un asesino como tú, bueno, soy uno mucho mejor.
– ¿Mejor?…
– Sí-dice acercando su rostro al del hotelero-, yo no me dedico a cazar simples ovejas.
– ¡Maldito crío! No eres mejor que yo en nada, solo espero que no intentes hacer nada más, porque ya solo con esto te has asegurado un dolor que no imaginas.-La ira brota de forma tan repentina que las últimas palabras son escupidas.
– Y aquí está tu verdadero rostro. Nada más que otro hombre que se cree el mejor, que pena, esperaba algo diferente.
– Es gracioso que me diga algo así alguien que ni tan siquiera soporta vivir.
– ¿Acabas de…?-Libera una carcajada tal que tiene que sentarse de nuevo en la silla.-¡Aún no te has dado cuenta! Era todo una treta, una mentira, una gran actuación para entrar en tuperfil.-Se remanga para mostrar los cortes en sus muñecas.-Aunque admito que esta fue unaactuación un poco más dolorosa.
– No puede ser…
– Y al fin lo notas, hace tiempo que no sentías miedo, ¿verdad? Bien, ahora podemos empezar.


Y el hombre que se levanta de la silla sigue siendo Eduardo Este. Pero en esta ocasión lo hace el verdadero, uno que porta un cuchillo en la mano, y una sonrisa que solo puedes ver una vez.

Diego Alonso R.

7 comentarios en “Relato: Un hotel como reino de Diego Alonso R.

  1. Laura Santiago

    ¡Hola!
    La verdad es que es un relato interesante. Creo que refleja muy bien esa sensación de vacío y soledad que se puede llegar a vivir en esas circunstancias. Muchas gracias por la reseña.
    Un besote!! ^,^!!
    ELEB

    Responder
  2. Mi meta, tu salud. Carolina

    ¡Hola!
    ¡Madre mía! Este relato ha conseguido que me mantenga pegada a la pantalla con una sensación admito un poco inquietante. Por lo que me alegra, y mucho.
    No es que sea masoca, que conste, lo que sí creo que un libro, relato o lo que sea, tiene que hacerte sentir, y este sin duda es uno de ellos.
    Por otro lado me ha dado que pensar en que lo inquietante que es la mente de las personas, y más si esos pensamientos se materializan. (Piel de gallina)
    Gracias por compartirlo.
    Besotes

    Responder
  3. Maria ML

    Hola!
    cuanto cambio en un relato tan corto! el hotel desvencijado que resulta deprimente, la angustia por el laberinto sin salida y el hostelero que va a morir atado en una silla. Enhorabuena por concentrar tanto en tan poco.
    Besos!!

    Responder
  4. Arien

    Hola!
    Wow que pasada de relato!! Me ha tenido super enganchada y no me esperaba para nada todo lo que pasa
    Me gustan las historias que consiguen sorprenderme, además se transmiten las emociones tan fuertes super bien
    Un besazo

    Responder
  5. Paula Alittlepieceofme

    El relato me ha tenido casi sin pestañear de principio a fin. Además, aunque se podría contar un poco más de cómo se ha llegado a esa situación, tampoco queda sensación de que sea imprescindible así que felicitar al autor por la historia,bss!

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: